AnálisisFC BarcelonaOpinión

De Jong, la reina que se vistió de alfil

El ajedrez es un juego complejo. Ser bueno es talento, pero, sobre todo, talante. Hace unos años, el mejor en esto, Magnus Carlsen, declaraba pasarse el 100% de su tiempo en algo relativo al juego. Hablaba de incontables horas jugando, entrenando, leyendo, analizando. Aprendiendo. El ajedrecista noruego afirmaba que, pese a estar tan centrado en su deporte, él disfruta. “Dejo de pensar en el resultado y me encuentro cautivado por aquello que sucede en el tablero durante las partidas”. Cuando leía la entrevista, en sus palabra había algo que me resultaba familiar, pero remoto. Recordé el vídeo que, en pretemporada, se filtró de Frenkie De Jong analizando el partido que había realizado frente al Napoli esa misma tarde. Se le veía rebosante de felicidad, pero él mismo comprendía que necesitaría cultivarse y dominar nuevos fundamentos. 

De Orion a la Osa Mayor

Todo cambio siempre es resulta arduo. Salir de la zona de confort para comerte el mundo es ambicioso y envidiable, pero sigue siendo afanoso. De Jong se lanzó a cumplir su sueño. De ser la estrella principal de Orion a una más en la Osa Mayor. En el Ajax, él hacía y deshacía a su antojo. Su dedo indicaba la senda que debían seguir los demás, recorriendo el campo como quien recolecta los frutos de su cosecha. Con pisadas alegres y elegantes, sin estropear lo sembrado. Iba a buscar la pelota a las mismas botas del poseedor, se giraba, conducía, batía líneas, atraía y entregaba el envío a quienes lo esperaban con codicia, siempre con una finura y gentileza deliciosa. Junto a otros neófitos en esto del fútbol conquistaron corazones por Europa.

De Jong, la Reina de la fiesta

Un mediocentro dinámico que siempre juega sencillo. Como profería Menotti, “no es lo mismo estar presionado que sentirse presionado”, esto Frenkie De Jong lo ejemplifica a la perfección. Le imprimía la pausa necesaria, a veces excesiva, era la tranquilidad y mansedumbre personificada. Pero, no importaba, todo iba al ritmo de su batuta. No parecía otear en su horizonte jugadores con distinta zamarra y si los veía, los sorteaba con pases o conducciones. Pisaba todas las zonas del campo, todos le buscan en cualquier momento, su imperante físico, la verticalidad de sus ataques y la facilidad para mimar, sobar la pelota, era algo tremendo. Era suya, como cuando eras pequeño y comprabas una nueva, no querías perderla. Nadie que no quisieras la iba a tocar. Lo mismo pero cambiando la calle de tu barrio por un enorme prado neerlandés y el artilugio, a priori, redondo por un balón de alta tecnología. 

El cambio y sus consecuencias

Se marchó. Emigró a otro país, otra vida, como un beduino en el desierto buscando el oasis que tanto desea, ser el mejor en esto. Pero ha tropezado con una tormenta de arena, un estilo diferente, en el que impera el orden sobre todas las cosas, excepto Messi. Quique Setién se ha vestido de Magnus Carlsen y ha transformado a la bisoña “Reina” neerlandesa en un “alfil” que sigue la armonía de su Rey. Sus movimientos se han limitado, su naturaleza se encuentra atada y ajustada por el bien del equipo. Su posición ha cambiado, tiene menos balón y se ha alejado de la base. Conduce menos y, por ende, bate menos líneas. Él espera y rompe en diagonal, como la pieza del escaque, buscando recibir, fijar o generar un espacio. Ha pasado de fijar con balón a hacerlo sin este, de jugar la partida entera a ni ser el protagonista de la apertura ni del mediojuego. Esposado en una casilla, esperando la orden del Rey para degollar al contrincante. 

Desconozco el futuro, por suerte o por desgracia no soy vidente, pero algo debe tocar en el sistema blaugrana, mover las fichas del tablero para encontrar la mejor versión del joven tulipán. Acercarlo a la base, permitirle conducir y atraer rivales, implicarlo en todas las fases y subfases del juego, concederle parte de la jurisdicción y proteger su espalda cuando embista al rival. Necesita ser protagonista, trascender en el relato. Volver a ser la “Reina” para moverse con la libertad que aflora en su interior y que ha estado censurada durante estos meses. Porque al final, el ajedrez es un juego muy complejo. 

Foto portada | @FCBarcelona_es