LaLiga EA SportsOpiniónReal Valladolid CF

Ser de un equipo humilde

Hoy vengo a escribir unas líneas sobre cómo es para mí la experiencia de animar a un equipo humilde. Quizá para muchos humilde no sea la palabra adecuada para describir a un equipo que actualmente juega en Primera División, pero de alguna forma hay que diferenciar a aquellos que las pasan canutas cada año para mantener la categoría de aquellas empresas capaces de invertir millones en fichajes. Esto no va de títulos ni de estrellas. Va de corazón.

Ni Barça ni Madrid, Real Valladolid

En los equipos humildes sufrimos de esto que algunos llaman mal de amores. El corazón se te rompe cuando aquel canterano, aquel chico de la casa que hace tiempo profesó amor eterno al club, el escudo y la ciudad, se marcha a un “equipo más grande”. Para mí en el fútbol no hay amor más grande que el que tienes hacia el club que te vio nacer. Los que lo han demostrado, han mantenido el cariño de la afición en todos los clubes en los que han jugado, y los que no, han provocado muchas sonrisas al ser condenados al ostracismo en sus nuevos “grandes clubes”. Ni el mejor jugador tiene la carrera asegurada al salir de un equipo humilde y la afición no olvida. La traición se paga cara.

El buen canterano es el que, cuando se enfrenta a ti, «vuelve a casa» | Foto: @realvalladolid

El pan de cada día

Los que animamos a un equipo humilde podemos ir olvidándonos de fichar a un jugador por 15 millones para reforzar esa posición que nos flojea. No vamos a poder gastar esa cantidad ni en tres temporadas. Pero nunca hay que perder la esperanza, quién sabe qué jugador cedido o que finalice contrato nos sorprenderá este verano. Quizá haya suerte y podamos gastarnos algún milloncete en la próxima estrella del equipo después de haber vendido a la última. Porque esa es otra, no pretendas construir un equipo en base a un jugador. Cualquiera que destaque acabará marchándose a un equipo mayor. No os recomiendo encariñaros en demasía con ese prolífico delantero que os valió un ascenso ni con ese central desconocido que subió como la espuma.

Otra cosa que te va a pasar cuando animas a un equipo humilde es que nadie va a saber cómo se llaman tus jugadores. Ver un partido por televisión o escucharlo por la radio significa que ese escaso mercado de fichajes del que antes hablábamos va a ampliar sus horizontes. Van a jugar futbolistas cuya existencia no conocías hasta que los ha nombrado el comentarista («Baldo Rubio»), luego vas a tener al mítico futbolista 2 en 1, formado por la fusión de otros dos, como «Nacho Fernández», el defensa definitivo (no el del Real Madrid, sino el que sale cuando mezclas en los laboratorios del José Zorrilla a Joaquín y Nacho), o el típico canterano de toda la vida que, al parecer, acabas de fichar del equipo en el que ha jugado cedido.

Todos para uno, y uno para todos

Una de las cosas que más me gustan de animar a un equipo como el Real Valladolid es que no hay estrellas. Ya he dicho antes que no puedes construir el equipo alrededor de una sola figura, pero eso no tiene que ser algo malo. Los equipos pequeños deben ser una piña, ser trabajadores y solidarios unos con otros. Eso es lo que la afición exige. Cada uno tendrá a su jugador favorito, a su hijo predilecto, pero nunca habrá un Messi ni un Cristiano. Y eso se agradece (aunque puede que tengas a un tal Ronaldo Nazario).

De vez en cuando, sí hay alguna estrella | Foto @realvalladolid

Cuando animas a un equipo humilde sabes que un día estás arriba y al siguiente abajo, muy abajo. En un abrir y cerrar de ojos tienes el estadio lleno y listo para jugar contra el Real Madrid y, cuando quieres darte cuenta, el estadio está vacío. Me gustaría contar aquí una pequeña anécdota.

El partido contra el Almería

Cuando yo tenía, no sé, unos 6 u 8 años, el Real Valladolid jugaba en Segunda División. En el colegio nos regalaban entradas para ir a animar al equipo en varios de sus partidos (imaginaos cómo tenía que ser la situación para que diesen entradas gratis a un montón de niños). El partido en cuestión era el que nos enfrentaba a la U.D. Almería. Si os soy sincera, creo que no recuerdo nada del partido en sí, no recuerdo ni quiénes jugaron ni quién marcó. Solo sé que no perdimos. La razón de que no estuviese atenta al partido fue que nos colocaron junto a la afición visitante. En cualquier campo se podrían haber visto tensiones entre ambas aficiones, pero en nuestro caso no fue así. Nos pasamos todo el partido con los almerienses cantando y tocando un bombo (como el de Manolo) que un señor muy amable nos dejó. Si ese hombre llega alguna vez a leer esto: gracias, lo pasamos muy bien.

Pero ser de un equipo humilde implica que no todos los recuerdos sean buenos ni bonitos. También significa sufrir un descenso (o más de los que te gustaría), ver las caras de la gente al terminar el partido, al salir del estadio, en el aparcamiento volviendo a casa… Pero no quiero quedarme con eso.

Kiko Olivas en el partido contra el Rayo Vallecano después de asegurar la permanencia | Foto: @realvalladolid

Cuando eres de un equipo humilde y te preguntan: oye, ¿tú de qué equipo eres?, debes saber que si respondes: del Real Valladolid, volverán a insistir diciendo: pero, ¿del Madrid o de Barça?

 

Y es por eso por lo que: ni Barça ni Madrid, Real Valladolid.

 

 

Foto de portada: @realvalladolid

Los comentarios están cerrados.