El fútbol, un deporte lleno de fracasados
Hace pocos días pudimos apreciar uno de los mejores, y quizás últimos, partidos de la vigente edición de la UEFA Champions League, el Liverpool-Atlético. En época de alarmismo social y sanitario, se ha desatendido a ciertos medios y sujetos que han tratado de dilucidar su punto de vista acerca de este. Mentiría si afirmo no haber visto ningún titular que tildara como ‘fracaso’ al encuentro realizado por el conjunto de Jürgen Klopp. Vivimos en una sociedad acuciada por el éxito, y que humilla al que pierde. Nuestro raciocinio se caracteriza por ser dicotómico y polarizado. No hay término medio, no nos satisface, no sacia nuestro deseo de destronar al César. Blanco o negro, no hay gris. Triunfadores o fracasados, no hay cabida para nada más.
Perder como sinónimo de fracasar
Una vez, hace ya unos años, escuché hablar a un tipo loco, quizás os suene, Marcelo Bielsa. Parecía proferir obviedades, “filosofía barata dicha por un argentino, que tiene la oportunidad de expresarse” lo tildó él. Hubo una frase que se quedó grabada en mi intelecto. “No hay que evaluar lo que se obtiene, sino lo que se merece”. Parece absurdo, si pierde, no debe valorarse bien ¿no?. El técnico, prosiguió con su homilía: “si se evalúa según lo qué se obtiene y esto no es merecido, se corre un riesgo de interpretarlo mal”. El elenco que dirige Jürgen Klopp elaboró y desarrolló un partido quimérico, tan solo a la altura del mejor equipo de Europa y uno de los mejores del coetáneo siglo. Tiranizó el encuentro, domó aquellos aspectos, tanto psicológicos como tácticos, que requería la eliminatoria para poder pasar. Halló soluciones a los problemas planteados. Pero no venció, y para muchos ‘fracasó’.
“El Atlético supo competir, el Liverpool no” he llegado a leer. Aunque siempre es un error analizar un encuentro de manera racional y no construccionista, basándose en datos y estadísticas, en este haremos una pequeña excepción. 34 disparos (23 dentro del área y 11 a puerta), 854 pases (713 acertados), 16 saques de esquina forzados. Cifras que sostienen aquello que la experiencia visual nos evidenció, el Liverpool podría haber marcado seis o más goles perfectamente. Los números coinciden con las sensaciones percibidas, el positivismo de Comte en estado puro. Sin embargo, “no supo competir”, “ha estado sobrevalorado todo este tiempo”, “han fracasado”.
Olvido al vencido
La línea entre el éxito y el fracaso es demasiado delgada. Pongamos ejemplos claros para explicarlo. Si Casillas no hubiera parado el penalti a Paraguay en el Mundial de 2010, ¿se hablaría de los años dorados y de melifluo juego asociativo español? ¿Sería recordado el Barça de Guardiola si Iniesta hubiera mandado el balón a las nubes en Stamford Bridge o el Madrid de Zidane si Ramos no hubiera subido a rematar en el 93’ en Lisboa? Tan solo por una pequeña y escasa minoría. Vivimos en un mundo en que, salvo excepciones muy puntuales y cada vez menos comunes, solo cautiva y fascina el vencedor, el que, sin importar los medios, consigue su objetivo. Ni mucho menos se debe entender esto como una crítica al Atlético, es más, durante años ha sido ese ente desdeñado y abandonado por la comunidad. ¿Quién recuerda al segundo? ¿y a aquél que cayó eliminado en octavos? Pocos, muy pocos.
En su etapa en el Betis, Quique Setién platicó y discurseó sobre el tema. “Vamos a crear una cantidad de fracasados tremenda”. Y es que, a día de hoy, no se alecciona ni se otorga la trascendencia que precisa el proceso, sino que se evalúa el producto. Existimos para hacer y deshacer, para un día halagar e investir al adalid y al otro desposeerlo y suplantarlo por el siguiente. Un círculo vicioso que atiborra el hambre y la codicia de las personas de auparte para, poco después, despreciarte. Estamos acostumbrados a valorar tan sólo a aquél que llega arriba, menospreciando al que, por centímetros, no lo alcanzó. El texto parece absurdo y obvio, pero muchas veces cabe recordar lo simple para comprender lo complejo.
Foto portada | @Atleti
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