Copa del ReyOpinión

El día que David ganó a Goliat

El actual formato de la Copa del Rey no hace prisioneros. Real Madrid, Barça, Valencia, Atlético, entre otros grandes, han sido ejecutados a las primeras de cambio. Una veleidad maravillosa y necesaria para el certamen. Un soplo de aire fresco a un torneo lánguido y postrado, que parecía caduco. 

Un formato quimérico

Utilizar la palabra “nuevo” no sería del todo preciso para acompañar al coetáneo formato de la Copa, porque en su día ya se jugó a partido único. Entre las temporadas 2001-2006, la competición adoptó un sistema “a la inglesa”. En este intervalo de tiempo, ningún equipo de los llamados, hoy, “grandes” de España consiguió llevarse el galardón. Zaragoza (2000/01 y 2003/04), Deportivo (2001/2002), Mallorca (2002/03), Betis (2004/05) y Espanyol (2005/06) fueron los beneficiados de la modificación. El formato fue cambiado al que todos conocemos, y a partir de entonces se la han repartido entre los de arriba de la tabla. Antaño se propuso reemprender esas reformas, y se aceptó.

Los cambios son palpables, cada eliminatoria es una contienda, algunas en terrenos complicados, lodazales que aprietan y generan preocupación y dificultades a los que los visitan. Entre un Primera y un Segunda B la diferencia futbolística es grande, pero cuando se juega en el blasón del pequeño, en la humilde y hostil morada, se nivelan las fuerzas. Los estadios se llenan de vida, de gente, de sueños. Para muchos es el encuentro de sus vidas, para otros uno más. Ese factor intangible, esa fe, creada por el partido único, es uno de los factores causantes de los homicidios a los “grandes”. Las casas se llenan de televisiones retransmitiendo el duelo del conjunto de su ciudad o pueblo, orgullosos de ver competir a sus “pequeños” contra gigantes europeos. Es una lucha constante de David contra Goliat. 

 

«Todo para el pueblo, pero sin el pueblo»

El torneo ha recuperado la ilusión y la importancia que merece. Se le ha dado vida a un ser inerte, indolente. Luis Rubiales ha hecho de Günter Schabowski en el relato. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol ha hecho caer el Muro de Berlín, ha levantado las barreras para que el pueblo lo tire abajo. Dar alas a los menos habituales, es una gran idea, pero después de los resultados de las eliminatorias, quizás Rubiales no está tan a favor del formato. Los equipos de la Supercopa no han sido invitados a esta fiesta. Que Madrid y Barça no lleguen a la semifinal repercutirá en las arcas de ingresos televisivos.

Es una certeza que la ausencia de los grandes, sumado a que penúltima ronda se juega a doble partido (otra artimaña económica), influirá en el interés y la expectación de manera negativa. Además el que se alce con el título y el subcampeón serán dos de los integrantes de la famosa Supercopa en Arabia. Por eso, y por desgracia, corre el peligro de extinción de esta fantástica Copa del Rey, los beneficios e intereses económicos pueden reprimir y domar a la utopía vivida durante estas rondas aunque, en principio, el formato es intocable hasta 2024. Menciono “en principio” puesto que podría haber un acuerdo entre LaLiga y la RFEF para deshacer el convenio. 

Con esta metamorfosis que ha tenido el trofeo se han podido otear muchas caras e impresiones. Desde aquellos que han sido partidarios a aquellos reticentes. Pero lo que no se debe hacer es demandar espectáculo y que revitalice la competición, pero gimotear cuando se les toca la corona. Algunos, caídos y eliminados, claman la supuesta falta de espectáculo que habrá sin Barça o Madrid, con el “nadie lo verá ”. El despotismo ilustrado campa a sus anchas y eso se aprecia cuando más dolida está la presa. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.

Foto portada | @CDMirandés

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