Garitano, enjaulando al Sánchez-Pijzuán
Días previos al enfrentamiento, el técnico del Alavés, Asier Garitano elogiaba al Sevilla, todo eran buenas palabras para el cuadro hispalense. Charlaba, entre muchas otras cosas, de la incidencia e importancia de los laterales. Le preguntaban sobre el plan de partido, hacía larga la respuesta, se hacía el majadero. Todo parecía presagiar que el Sevilla, a priori, era el favorito. Muchos lo pensaban, pero él no. Garitano guardaba consigo un as bajo su manga, que no desvelaría hasta una hora antes de la contienda.
La idiosincrasia del preparador vasco siempre ha ido de la mano del dogmatismo con el 1-4-4-2, parecía irremplazable. Pues lo cambió. Se presentaba con un 1-5-3-2. Quedaba ver cómo lo iba a utilizar, había dudas sobre cómo podría contener a las bestias limítrofes del verde: los extremos y laterales.
Juego de parejas
La primera cuestión era si la línea de tres centrocampistas llegaría a la basculación para evitar los 2 contra 1 en banda tan característicos de este Sevilla. Esa fue la obsesión del técnico babazorro durante los 90 minutos. La línea de tres no siempre llegaba, lógico, a veces convenía que no llegase, sensato. Lo que sí que fue una certeza es que la mayoría de tramos del partido, Lopetegui no tenía superioridad numérica en banda para realizar la dualidad o el regate y, por ende, para centrar al área.
El ajuste y cambio de marca en la basculación defensiva babazorra mantenía al Sevilla a raya. Si no llegaba el centrocampista, el carrilero se emparejaba con el lateral y el central con su extremo, mientras el resto de jugadores cerraban líneas, espacios y defendían los aledaños del área. Si llegaba, se apareaba con el lateral y el carrilero babazorro con el extremo hispalense. Siempre perfilados, siempre solidarios, el Alavés contenía las incursiones sevillistas cada vez mejor. Parecía que las camisetas blanquiazules se propagaban. La repetición de esfuerzos defensivos fue intachable. La estratagema de Garitano no parecía tener fisuras.
Una circulación muy lenta
Una de las claves para superar este entramado era la circulación. Si conseguía mover y girar la presión vasca cosecharía las ventajas que buscaba. Sin embargo, el trayecto de una banda a otra del conjunto de Lopetegui no fue diligente, rauda, dinámica. Pero este factor no fue tan solo demérito del Sevilla, sino que Garitano también lo tenía en su planteamiento.
Los delanteros serían los encargados de entorpecer el tráfico, obligando a jugar atrás para girar la presión, compeliendo a dar más pases de los esperados, proporcionando a su equipo ese tiempo y oxígeno necesario para seguir realizando su labor defensiva. En el rostro de Garitano aparecía paulatinamente una mueca de satisfacción y júbilo que intentaba contenerse. El Alavés atacaba poco, esporádicamente, pero sabía que si persistía en su plan, una ocasión podría materializar. El Sevilla no parecía tan favorito. No tenían soluciones, en amplitud no podía, su circulación era deficiente y no cogía despistada a la zaga babazorra.
Un plan (casi) sin grietas
En el segundo tiempo Lopetegui empezaba a preceptuar a sus jugadores que desordenasen el orden, que desorganizasen la organización. Con arrancadas sin balón de los sevillistas. Jordán primero y luego Fernando marcharon para atacar la espalda de la zaga, con esto encontró con una superioridad inédita en la primera mitad, los centrales dudaban a quién salir. Poco tardaría Garitano en intervenir cambiando el sistema al 1-5-4-1 y metiendo a efectivos con las energías renovadas. El deterioro físico empezaba a hacer mella en el armazón blanquiazul. Con el 1-5-4-1 conseguía emparejar a los dos jugadores de banda de cada conjunto y liberar a los centrales de posibles amenazas repentinas. Otro envite quimérico del bueno de Asier. Y para colmo, la que tenía le entraba. Una jugada aislada acababa dentro de la red hispalense, “que me quiten lo bailao”, como diría Lucía Pérez. Intentaría resistir, pero acabaría encajando en la única concesión que le dio, un penalti.
“Para poder competir aquí hay que estar compacto y tener en cuenta a sus laterales, si no es imposible” decía después del pitido final. Se le salía la sonrisa cuando hablaba, sabía que había enjaulado a una de los leones en su arena. Garitano con la pizarra, trazaba una artimaña casi perfecta. Su estratagema no tenía fisuras, tan solo lo incontrolable, un penalti.
Foto de portada: Sevilla FC